Buscando al honor

Cuba Gooding Jr es un actor norteamericano que ha interpretado varias películas de excelencia como Hombres de Honor. Pero ¿qué es el honor?, ¿cómo se mantiene el honor?
domingo, 14 de julio de 2013 02:15
domingo, 14 de julio de 2013 02:15

 Por Ivan Grgic

Cuba Gooding Jr es un actor norteamericano que aparece como extra en una vieja película de Eddy Murphy, "Un Príncipe en New York”, sentado en una butaca de peluquero. A partir de allí se lo ha visto en películas muy buenas como "Jerry Maguire”, "Instinto”, "Mi nombre es Radio”, "Manos milagrosas” y, especialmente,  "Hombres de Honor” junto al genial Robert De Niro (2000).


En ese film, personifica a Carl Brashear, en el marco de la segregación racial de los ’50 al sur de Estados Unidos. Este hombre se convirtió en el primer buzo de raza negra de ese país. Su lucha fue contra sí mismo más que contra el sistema y la cultura imperante, superando una imagen de deshonra que tenía. La experiencia de dignidad buscada y conseguida se afirmó cuando le amputaron la pierna en un accidente y, luego de su retiro en los ’90, cuando tuvo que luchar contra el alcoholismo. Con todo este bagaje, realizó charlas de motivación hasta su muerte en 2006: "Hay gente que se da por vencida demasiado rápido. Yo quiero que sepan que, sin importar los obstáculos que aparezcan en el camino, uno puede superarlos".

En el filme enfrenta a un oficial de recursos humanos, quien ha reducido la Marina a un "negocio”, diciéndole: "Perdón, Señor, pero para mí la Marina no es un negocio. Tenemos muchas tradiciones y he experimentado cada una de ellas, sin embargo no estaría aquí si no fuera por la tradición más grande de todas. El honor".

Este término resonó una vez más hace una semana, a raíz de la noticia por la cual un ex ministro chino de Ferrocarriles, Liu Zhijun (60), fue condenado a pena de muerte con suspensión de pena (se conmuta por cadena perpetua), culpable de soborno y de abuso de poder, en el primer gran proceso anticorrupción bajo la presidencia de Xi Jinping.
 
Schopenhauer decía que el honor es la conciencia externa, y la conciencia, el honor interno. Cuando se habla de honor, se refiere a una imagen exterior de sí que es coherente con la conciencia y ésta con la cualidad moral que lleva al sujeto a cumplir con los deberes propios respecto al prójimo y a uno mismo. Por eso el honor está vinculado a la dignidad, que define éticamente a una persona que ha unido honor y conciencia en la raíz de su vida.

Cerca de China, en Japón, se lee en el Preámbulo de la Constitución: "Nosotros, el pueblo japonés, comprometemos nuestro honor nacional en el cumplimiento, por todos nuestros medios, de estos altos ideales y propósitos”. No falta en la Convención Americana de Derechos Humanos cuando dice que "toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad" (art 11) y en otras constituciones. También en diversos lugares se refiere a un homenaje a alguien a quien se "rinde honores”, o el sentimiento de una persona que "siente un gran honor” por algo, o la misma dignidad pública de una mujer a quien "le arrebataron su honor”.

El honor, como tantas virtudes humanas, es una característica cívica, porque afecta a la persona en sociedad y, por ende, a la sociedad misma. En ese sentido, se puede hablar de la honorabilidad de un grupo, institución o localidad en la medida que sus integrantes han construido su cultura con la honra de cada uno y el honor de todos.

Entonces, el honor vivido es parte de un círculo de elementos complementarios: conciencia, coherencia de la vida con los valores, dignidad del propio nombre edificada con la honra que se ha construido de sí, sociedad que no soporta el deshonor y aplica a determinadas circunstancias el término como una consecuencia social.

¿Puede darse la ausencia de algunos puntos de ese círculo? Seguramente, aunque se presentan como rupturas en algunos engarces. La grave dificultad es que el mismo honor personal y social se ponen en juego. Cuando esto sucede la deshonra, el deshonor, la deshonestidad, aparecen junto a la necesaria hipocresía, característica del actor que finge lo que no es o no siente. En ese estado se utiliza solamente el honor para protocolo y no parece haber ya necesidad de coherencia entre la conciencia íntima y el honor de una persona, y la sociedad va permitiendo situaciones deshonrosas que no condicen lo sucedido con los valores que la sustentan. Son esos momentos donde, al modo del personaje "Dorian Gray” de Oscar Wilde, la persona o la sociedad muestran una cara honrosa mientras que la verdad es la corrupción, "la hierba mala de nuestros tiempos, que infecta la política, la economía, la sociedad y amenaza hasta a la Iglesia” en palabras del papa Francisco.

El honor en la sociedad cotidiana necesita justicia diligente, acciones honrosas de funcionarios acusados, seriedad de investigadores y periodistas para no generar deshonra (sería calumnia) por motivaciones personales o corporativas, y participación de la comunidad para construir honor cotidiano con la dignidad de sus acciones. Después de todo, honor tiene la misma raíz que honradez, honestidad, honorabilidad, palabras que definen por qué a algunas personas se les da un doctorado "honoris causa”, por causa de honor. O por qué debiera dársele a todos en una ciudad honorable.

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