Por: Ivan Grgic
27 años en la cárcel, sospechoso de alentar subversión y levantamiento popular contra el poder del gobierno. Cuidarse de él tenía sentido por sus muestras de poder y búsqueda del cambio mediante la fuerza armada. Toda sospecha negativa estaba bien fundada.
Sus ideas y actitudes también brotaban de sospechas bien establecidas. Habían pasado muchos años de marginación, discriminación y persecución de todo tipo. Los originarios del territorio habían sido colocados por los poderosos en un espacio de vacío, de "ninguneo” absoluto. Aquél hombre encarcelado siempre sospechó que las intenciones adversarias nunca dejarían de ser opresoras.
Van terminando los ’80 y hay posibilidades de diálogo entre el preso, su gente y los mandatarios. ¿Dónde quedaron las sospechas? ¿Han desaparecido o se han reorientado? ¿Si están redefinidas, son una cáscara y permanecen como en los comienzos, o han cambiado radicalmente? ¿Se podría pasar de sospechar permanentemente el mal para justificar el mal, a sospechar el bien para sembrar solo el bien?
Circunstancias de salud motivan cambios en los gobiernos. Hay sospechas de que todo sigue igual, que sólo serán nombres nuevos, que las objeciones denotadas seguirán influyendo las decisiones. Otras sospechas especulan que no habrá gobernabilidad suficiente para enfrentar desafíos complicados y graves. También hay buenas sospechas, que no será "gatopardismo” sino que se podrá construir nuevos espacios sociales y económicos. Estas sospechas incluyen el reconocimiento de la capacidad de los líderes de gestionar adecuadamente los conflictos.
Las malas sospechas tienen sus dichos: "piensa mal y acertarás”, "mejor malo conocido que bueno por conocer”, "el que se quema con leche ve la vaca y llora”. Las buenas sospechas prefieren pecar de ingenuidad, prefieren reconocer las capacidades latentes, pero no dejan de sentir ansiedad e intranquilidad. Las buenas sospechas tienen también la sospecha que las malas actitudes están al acecho.
En las redes se sospechan medidas de fuerza de las fuerzas de seguridad. Grupos pequeños sospechan que podrán saquear tranquilamente. Saben que "choros de guante blanco” lo hacen a menudo conociendo los vericuetos de la justicia; eso no lo sospechan: están seguros. Comerciantes han visto sucesos similares en otras provincias. Sospechan que sucederá lo mismo en su calles y cierran todo lo que pueden; quieren sospechar que no pasará nada, que no habrá saqueos, que habrá seguridad. Duele sospechar también que la defensa de sus derechos, la justicia por mano propia, racismos encubiertos, desprecio por quienes reciben planes sociales puedan alentar sentimientos encontrados de odio y bronca. Sospechan que el primer sospechoso, ese que estuvo 27 años en la cárcel y murió hace pocos días, no servirá de ejemplo. Es más desean firmemente (sin sospechas) esos años de encierro para muchos.
Muchas sospechas son profecías por cumplirse, porque han pasado de la sensación más o menos fundada, a un auténtico cultivo de la sospecha. Si se piensa mal no se acierta solo por las evidencias en el otro, sino porque sólo se mira el mal. Si se mira la ciudad como foco de lucha, de agresión y de violencia no sólo puede fundarse en la falta de seguridad, sino en la actitud de rechazo hacia el otro, esa que siente como golpe aún la caricia más suave. Si se analizan personas y políticas con la seguridad de su incapacidad o corrupción no habrá posibilidad alguna de éxito. De nadie.
Nelson Mandela pasó de sospechar que no cambiaría nunca el apartheid a combatirlo con todas sus fuerzas. Luego pasó de sospechar que sus fuerzas serían insuficientes a sospechar que otro camino sería más eficaz. Después sospechó de sí mismo, que sus ideas de violencia podrían estar equivocadas y debiera cambiarlas por otras de reconciliación, diálogo, pluralismo, identidad cultural, espacios comunes y futuro de todos. Y, cambiando su mente sospechó que podía amar a su enemigo.
Lo que nunca sospechó, quizá, es que sus enemigos lo amaran y que toda la tierra, literalmente, lo honrara en su partida. Se sospecha que él es el modelo íntegro del mundo de hoy.