Gatillo difícil

Islandia tiene la cultura del gatillo difícil. Y para eso, su historia no habla de permitirlo todo sin poner límites, ni de una democracia de derechos sin responsabilidades, ni de la libertad de poder avanzar sobre los derechos del otro porque es una manera de protestar o expresarse.
domingo, 15 de diciembre de 2013 01:04
domingo, 15 de diciembre de 2013 01:04

Por Ivan Grgic

Los primeros días de diciembre nos provocaron con una noticia escandalosa: las fuerzas de seguridad islandesas mataron una persona por primera vez en su historia durante una operación en Reikjavik. Se informó que la policía lamentó este hecho "sin precedentes" en la historia del pequeño país, que tiene 322.000 habitantes y por lo cual abrió una investigación para esclarecer lo sucedido. Es más, el equipo de fuerzas especiales que participó comenzó a recibir atención psicológica a raíz de hecho.

Islandia es un país situado en el norte, cerca de Groenlandia. Los gobiernos normalmente están formados por coaliciones y se destaca que en 1980 Vigdís Finnbogadóttir fue la primera mujer en el mundo elegida directamente para ser jefa de Estado. Cuenta con una economía de mercado,  impuestos más bajos que otros miembros de la Comunidad Europea y un estado de asistencia gratuita de salud y gran parte de la educación. En 2008 el PIB nominal per cápita de Islandia fue el séptimo más alto del mundo (US$ 55 462). Su economía, basada históricamente en la pesca, empezó a globalizarse en servicios financieros por lo cual tuvo una crisis inmensa hace 4 años que llevó a una reforma constitucional a través de un asamblea popular de 25 personas sin afiliación política. El desempleo en el 2013 se ha calculado en un promedio de 6% y sube al 12% para menores de 25 años. Su energía, propia de zonas volcánicas, proviene de fuentes renovables como la  geotérmica y la hidráulica (cerca del 80%) y tienen meta de autosuficiencia en el 2050.

Ser uno de los países más ricos y menos corruptos de todo el mundo, exige un sistema educativo a la par, con reformas educativas simplificadas y una gran calidad en todo su proceso. La educación es cuestión de estado, centralizado en el municipal, financiando la estructura de la gestión privada que debe pagar sus gastos de clases y profesores. Las clases tienen un piso de 170 días, con 14 días festivos. Aún así, los datos del Informe PISA 2013 ha puesto el alerta (junto a otros estados nórdicos) por la caída en los rendimientos evaluados, quienes recalcan que los puntos a observar pueden estar en los excesos de la descentralización.

Islandia tiene la cultura del gatillo difícil. Y para eso, su historia no habla de permitirlo todo sin poner límites, ni de una democracia de derechos sin responsabilidades, ni de la libertad de poder avanzar sobre los derechos del otro porque es una manera de protestar o expresarse.

Mientras sucedía esto en Islandia, en Argentina celebrábamos los 30 años de democracia. O morían 11 personas en enfrentamientos sociales. O habían autoacuartelamientos de fuerzas policiales. O había reformas económico-financieras que son parte de un plan integral para unos o barniz para otros. O se insistía en las acusaciones al vicepresidente por posibles casos de corrupción en los que estaría incluido. O se debatía sobre los pronósticos de inversión minera e industrial con la fuente de trabajo para muchos. O se justificaba el lugar de la educación según el mismo Informe PISA, en el cual la Argentina había caído en su rendimiento y la brecha de los mejores y peores resultados se había achicado por la disminución de la asistencia y el menor rendimiento de los mejores. O se festejaba el día del hincha de un club, con muchísima destrucción a su paso.  O se reunían Obispos con la Presidente para hablar de la gravedad de la situación de la droga.

En Córdoba para esos días, alguien escribía en su muro de facebook: " ‘hay que golpearlos por las dudas’, gritaban varias voces en la esquina de mi casa y me encontré con el escenario más perverso: pibes de Nueva Córdoba festejando con aplausos y silbidos mientras otros vecinos de este barrio cagaban a palos a dos muchachos portadores de rostro que pasaban en moto por acá. ‘Yo no soy chorro’, gritaba desesperado el conductor de la moto y, con la mano que le quedaba libre, mostraba su DNI a los patoteros enceguecidos. ‘Negros de mierda’, vociferaban desde los balcones desvelados algunos menos eufóricos. Otros gritaban pidiendo que los dejen ir pero no se metían demasiado. Sigo en mi departamento, en compañía de dos amigos que no pueden volverse a sus casas. Y, a pesar de que ahora una patrulla de vecinos se organizó para custodiarnos la cuadra toda la noche, el miedo no deja de sacudirme el cuerpo. No puedo dejar de preguntarme: ¿Qué clase de monstruos tenemos durmiendo dentro de nuestras seguridades?” Junto a esa historia se puede ver en las mismas redes la convocatoria a seguir saqueando o el juego de matar a los "chorros” con un disparo certero en la frente.

Entonces, ¿somos un país de gatillo fácil, con armas de fuego, con vidrios rotos, con golpes a los otros, con desprecio educativo, con individualismo extremo, con neoliberalismo latente, con odios encubiertos (a veces), con acusaciones cotidianas y el ánimo en tensión permanente? ¿O somos una vocación de paz, de fraternidad, de trabajo, de familia, de solidaridad que espera navidades para ser escuchada y relanzada? ¿O somos esa mezcla extraña y simultánea que no se anima definitiva e integralmente a una ciudadanía de todos y para todos?

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