Opinión

El Bulverismo

“El león, la bruja y el ropero”, “El príncipe Cáspian”, “La travesía del Viajero del Alba”, son parte de las “Crónicas de Narnia”. Su autor, Clive Staples Lewis, el mismo que en la década del 40 lanzó una ironía original: el bulverismo.
domingo, 10 de noviembre de 2013 02:08
domingo, 10 de noviembre de 2013 02:08
Por: Ivan Grgic 
 
"El león, la bruja y el ropero”, "El príncipe Cáspian”, "La travesía del Viajero del Alba”, son parte de las "Crónicas de Narnia”. Su autor, Clive Staples Lewis, cuya vida personificó magistralmente Antony Hopkins en el film "Tierra de sombras”, fue un prolífico autor de otros títulos geniales, como "Los cuatro amores”, "Una pena en observación”, "Cartas del diablo a su sobrino” entre tantos.

A principios de la década del ’40 lanzó una ironía original: el bulverismo. Plasmó esta idea en un ensayo dedicado al imaginario Ezekiel Bulver, que fundaría el pensamiento del S. XX. El personaje, al recordar una discusión entre sus padres en la cual su madre terminaba con un "pensás así porque sos un hombre”, concluía que ningún argumento es válido por sí mismo ni se puede demostrar. El bulverismo, entonces, es la teoría que busca demostrar que el otro tiene motivos y no razones, y que uno tiene razones y no motivos. 

La ironía de Lewis observa que las posturas de cada persona, sus ideas y opiniones pueden absolutizarse de tal manera que siempre serán la verdad, lo objetivo, lo razonable, mientras que el otro (más aún si piensa diferente) solo tendrá subjetividad, motivos, intenciones que invalidarán toda opinión. Y es muy llamativo que, no solo ese relativismo haya sido planteado hace 70 años, sino que este autor, nacido en Irlanda en 1898, haya pensado que el bulverismo sería "el” pensamiento del S.XX. 

Esta visión tan actual supera al relativismo clásico, que se puede definir por una broma: se refiere al juez que terminó su juicio condenando al acusado, ante lo cual el defensor objetó en contra y el juez le dio la razón; frente a eso el fiscal replicó su cambio y también aceptó su razón; finalmente el secretario observó que cambiaba de opinión por cualquier cosa y el juez le dijo: "usted también tiene razón”. El bulverismo lo supera porque no son válidas todas las posturas ya que el otro siempre tendrá intenciones ocultas, motivaciones interesadas, nunca una opinión con algo de validez. Obviamente, Bulver tendrá la razón en el 100% de los casos.

El bulverismo de nuestros días parece caracterizar muchas declaraciones públicas de variado tema o protagonista, pues quien opina distinto tiene solo intención malintencionada y búsqueda de intereses personales. Esta situación, tantas veces instigada por algunos medios, ha llevado a un clima de tergiversación constante a tal punto que ni siquiera un fallo judicial tiene razón, en ninguna instancia: seguramente fue elaborado con propósitos encubiertos.

En la medida que se van repasando hechos de los últimos tiempos, aún los que tienen causas en la justicia, la ironía de Lewis adquiere una validez que le da fuerza profética a ese ensayo de 1941. Y no falta enojo, disgusto y una cólera a veces irrefrenable cuando la verdad parece diluirse como agua entre los dedos, no ya con un "es tu opinión”, sino con un "tiene intenciones encubiertas”, "hay intereses creados”, "son los manejos del poder”.

La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual ¿fue definida como constitucional porque lo es, o porque hubo un acuerdo en las sombras? Las acusaciones contra miembros elegidos por el pueblo a nivel nacional ¿son reales o son una campaña de corporaciones? Los datos de la economía, como la inflación, los índices de crecimiento o el hambre ¿son los oficiales o los de la oposición? ¿Mangeri es culpable o inocente? ¿Quién tiene la razón y quien tiene sólo motivos malintencionados?

El bulverismo nos pone ante una encrucijada de credulidad en lo que escuchamos, vemos o leemos cada día. Pero, más aún, nos lleva a las dudas cotidianas, familiares, laborales en los que tenemos cerca, los que amamos, como si estuviésemos obligados a dudar de todo y de todos. Los filósofos de la sospecha (como Nietzche) nos grabaron el "dudo, luego existo”. El mundo de hoy nos lleva por el "siempre tengo razón y el otro dudosas motivaciones”. 

Con la propuesta de presentar en esta columna una razón y no solo motivaciones personales, es conveniente la sugerencia de aprender a escuchar: acaso el otro tenga razón más que buenas intenciones, quizá haya verdades que no se supieron ver, probablemente haya algo más que la mirada personal en cualquier tema. Puede ser que ese ejercicio nos ayude a discernir la verdad. Como dice Gustavo Cordera en "Confío”: "Detrás de la desconfianza está la vida, detrás de la mentira el miedo a la verdad”. 

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