Fue una misa intensa, con lluvia y mucho frío en la que el Indio ofreció un repertorio repartido 70/30, entre las tres placas de su actual carrera solista y su larga historia previa con Los Redondos.
Las puertas del autódromo se abrieron a las 16 y adentro, matizando la larga amansadora que resultó ser una previa de seis horas, todo estaba al alcance de la mano: el litro de cerveza a 50 pesos y el mismo precio para un balde de fernet; cerca de allí, algo parecido a un choripán se conseguía por 30 pesos.
Indio por todas partes: en las remeras, en los trapos, tallado en la piel de muchos, en el humo dulzón y en el canto de las gargantas. Indio fundamentalmente en los corazones.
A las 21.50 se apagaron las luces del autódromo y enseguida se encendieron las primeras bengalas. fuegos verdes y rojos que la gente logró ingresar al recital, aunque hubo media docena de cacheos antes de llegar a la puerta (e incluso, la publicidad oficial y los avisos en el blog losredonditosdeabajo, indicaban que no se podía llevar pirotecnia al Autódromo).
La presencia más esperada
Carlos Alberto "el Indio” Solari apareció sobre el escenario acompañado por los Fundamentalistas del Aire Acondicionado y dio inicio al ritual con los acordes de Luzbelito y las sirenas.
Seis pantallas repartidas por el predio más otras tres sobre el escenario, se encargaron de llevar imágenes del show a todo el autódromo.
El sonido resultaba insuficiente para tanta gente; desde la mitad del terreno hacia el sur, sÓlo se escuchaba en ráfagas traídas por el viento.
Cien mil personas es un número que se dice fácil y de un tirón; otra cosa es estar ahí y ver llegar y acomodarse en el predio del autódromo a esa inmensa marea humana que nunca termina de ingresar y que, a partir de los primeros acordes, comenzó a vibrar como si fuera una única cosa viva, enorme, con centenares de banderas indias a modo de brazos y un corazón fuerte y atrevido que se movía al ritmo de un pogo enorme, el más grande del universo.
Sin palabras
"No hay palabras para agradecerles. Estoy muy emocionado", dijo el Indio al comienzo, entre los primeros temas y enseguida agregó: "Viene un viento de frente que me congela la lengua. La verdad es que han tolerado un frío extremo y les agradezco mucho".
A esa altura de la noche, al frío se le sumaba el agua y parecía mentira que después de meses sin una gota de lluvia, justo en la noche del Indio, cayera una garúa finita que lo iba mojando. Alguien aprovechó y ofrecía pilotos para la lluvia a 150 pesos.
Con el recital de anoche, Mendoza se puso los pantalones largos, esos de viejo rockero gracias a un show que será una bisagra.
De acá en más, el recital del Indio en San Martín será punto de referencia para otras actuaciones, para otras convocatorias.
Entre los temas que cantó el Indio hubo momentos para repasar la historia ricotera y también para recorrer parte de la trilogía de discos solista: "El templo de Momo”, "Ceremonia durante la tormenta” y "Torito es muerto” fueron poniendo clima al recital; otras como "Todo preso es político” y "Flight 956” resultaron entre las más celebradas.
Todavía no llegaba a la decena de temas cuando el cantante tuvo que pedir la primera de las interrupciones, cuando la lluvia era demasiado intensa. Los técnicos reclamaron la pausa, por el riesgo que corrían los equipos. A los pocos minutos, la misa pudo seguir.
Hits y más hits ricoteros se sucedieron, hasta que la nevisca (sí, porque promediando el show, cayó agua nieve sobre los "feligreses” ricoteros) obligó a otra interrupción de minutos. Pero no pasó a mayores. Se secaron los equipos y la fiesta continuó. Quizá por el frío, quizá por la pasión, la gente no paró de saltar. Muchos lloraban de la emoción. Muchos se preguntaban si acaso estaban soñando.
Justamente, el cierre del concierto, a la medianoche, mostró lo mejor: el pogo más grande del mundo, en el concierto más grande del Indio, con "Ji ji ji” de fondo. Y esa frase que sólo el Indio puede dar la intensidad justa: "No lo soñé... y vas corriendo a la deriva”. Al cierre de esta edición, la gente comenzaba a desconcentrarse.
Fuente: Los Andes y Telam