Desde que tuvo a su primera hija en los 90, Bon Jovi ha ido dejando atrás preocupaciones mundanas como el cardado glam, las groupies o los premios −en este orden−, pasando a convertirse en un responsabilísimo padre de familia y apuntando maneras de mesías de la filantropía rockera. No al estilo planetario de Bono o Bob Geldof, pero sí con el mismo tono de aquí estoy yo. Eso queda claro desde el momento en que su promotora nos sugiere que le preguntemos por el llamado «precio amigo», así, en castellano: «Le encantará que saques el tema en la entrevista».
−¿Cómo se gestó la idea de dar un concierto tan barato?
−Es mi manera de decir «gracias» a mis fans españoles, que me han seguido fielmente durante estos treinta años de carrera. España pasa por dificultades económicas muy graves, pero los tiempos cambiarán, seguro... Sus vidas volverán a ser las mismas después de esta crisis, y seguiremos juntos mucho más tiempo. Siento que debo ayudar, y por eso voy a tocar para ellos gratis. No solo yo, mi banda, mi mánager, todo mi equipo trabajará en este concierto sin cobrar. Todo el dinero recaudado será para pagar a los trabajadores del concierto, a los montadores, los técnicos, etcétera. La idea es dar un poco de esperanza y crear oportunidades de trabajo.
−Parte del contenido de su nuevo disco «What about now?» ha sido inspirado por esta situación.
−Sí, varias canciones tienen letras de contenido socio-político, a mi manera. Procuro que cada disco que hago esté enmarcado dentro de su contexto histórico, y no hablar de esta crisis hubiera sido un error.
Ha habido sucesos terribles en Estados Unidos últimamente: huracanes, tiroteos, bombas... pero durante la temporada que estuve escribiendo las canciones, estuve muy pendiente de la situación en Grecia. Su tasa de paro es terrible, también la española, y en mi país ya roza el diez por ciento, algo muy alarmante.
Cuando llegó el momento de organizar la gira, nos dimos cuenta de que era realmente imposible actuar en algunos países europeos por esta situación. El año pasado fuimos a Grecia, pero esta vez no podrá ser. Alguien nos sugirió que dejáramos fuera también a España por la mala coyuntura económica, pero entonces pensé que ya era demasiado. En lugar de decir «ok, es una pena, pero habrá que dejar fuera a España», me indigné. Fue así como surgió la idea del «precio amigo».
Hacerse entender
−El single «Because we can» da nombre a la gira, y al final su significado («Porque podemos») tiene una curiosa relación con el establecimiento del «precio amigo», ¿no es cierto?
−El que puede ayudar tiene que ayudar. Y sí, en esta ocasión yo estoy en posición de poder ayudar.
−Cuando se trata de escribir una letra de contenido social, ¿intenta visualizar o imaginarse situaciones, inspirarse en casos cercanos?
−El desempleo es algo que no hay que imaginarse, es algo real que vemos todos los días. Mi único método es intentar recurrir a la atemporalidad, es decir, escribir letras que puedan ser entendidas independientemente del lugar o el momento en que sean leídas. Por ejemplo, una vez me inspiré por una entrevista que hicieron en 2010 a una trabajadora de DHL, una empresa de paquetería muy poderosa, que se sentía explotada. Intenté plasmar su ansiedad, su deseo de justicia, de forma que pudiera entenderlo cualquier mensajero de Madrid, en 2013 o en 2027. Llevo lo particular a lo general.
–Muchos artistas dicen aquello de que «una canción puede cambiar el mundo». No parece que todavía haya llegado esa canción, ¿verdad?
−Es muy difícil evaluar o medir el impacto social que tiene una canción. Entiendo lo que quieres decir, pero no estoy del todo de acuerdo. En Bob Dylan había una potencia transformadora muy real, sin la que probablemente este mundo no sería tal como es ahora. Muchas generaciones han ido haciendo suyo su mensaje, integrándolo en su forma de pensar y llevándolo un paso más allá que sus padres, y eso ya es un factor de cambio clarísimo. Las voces del cambio siempre tendrán una influencia en la sociedad, y si el negocio de la música no pierde esa perspectiva, seguirá siendo trascendente. Si lo que motiva a los autores de canciones solo es el «shake your booty» («mover el trasero»), y no el cambio político y social, perderemos la oportunidad de dar voz a lo que mucha gente quiere decir y no puede. Y no hay fuerza más poderosa que esa como vínculo entre el músico y el fan.
−¿Cómo consigue que su hinchada no se avejente demasiado, y se renueve cada año con nuevos fans?
−Mi profesión, mi obligación es gustar a la gente joven. Cuando vienes de unos orígenes muy claros, genuinos, y no tratas de adaptarte a lo que está de moda o a lo que triunfa en la radio, se reconoce tu autenticidad. Eso siempre engancha a nuevos fans. Para mí, la clave no está en buscar la popularidad para así gustar a los jóvenes, sino al revés. Supongo que, además, escribo algunas buenas canciones (risas), y la magia de las buenas canciones reside precisamente en eso, en que pueden gustar a cualquiera, independientemente de su edad o nivel cultural.
−Además, ver a gente joven frente al escenario le dará mucha energía.
−Sí, eso es cierto. De todos modos, la energía siempre ha estado ahí desde el principio de esta banda. Cuando empezamos en este negocio, antes incluso de que tuviéramos nuestros primeros éxitos, ya teníamos mucha fama como banda de directo. Todos sabían que al ir a vernos encontrarían a un grupo de rock dándolo todo al cien por cien, independientemente de que estuviéramos en medio de una buena racha o de que estuviéramos pasando por un mal momento. Todo debe quedar fuera al subir al escenario. Y cuando el público ve y siente eso, disfruta la música al máximo. Por eso hay gente que viene a vernos docenas, cientos de veces: porque saben que pueden confiar en nosotros.
Fuente: ABC