Sus nombres habían trascendido la semana pasada, pero el propio presidente Alberto Fernández los consagró hoy como “candidatos” para ocupar el crítico Ministerio de Justicia, tras la confirmación de la renuncia de Marcela Losardo, una amiga personal, colaboradora leal y socia de más de 35 años del jefe de Estado. Sus perfiles, estilos y orígenes son bien distintos y, en caso de ser elegidos, deberán ocuparse de una de las áreas más sensibles para la coalición oficialista: la relación del Gobierno con los jueces y la pretensión del sector liderado por Cristina Kirchner de empujar una resistida reforma del Poder Judicial.
Tanto el rionegrino Martín Soria como el bonaerense Ramiro Gutiérrez integran la familia peronista, pero sus diferencias no son sólo de lugar de nacimiento, sino principalmente por su posición ante la embestida del cristinismo contra los jueces y fiscales, sobre todo los que llevan causas en las que están enjuiciados dirigentes K. También, las diferencias se evidencian en el compromiso que uno y otro tienen de manera pública con la “reforma” de la Justicia.
De hecho, una mirada superficial por los perfiles de las redes sociales de ambos muestran estilos y alineamientos contrapuestos. Mientras Soria reproduce los párrafos salientes de la explosiva declaración de Cristina Kirchner en la que tilda de “podrido y perverso” al sistema judicial; mientras que en las cuentas de Gutiérrez abundan las referencias a Sergio Massa, como así también a las propuestas para generar “alivio fiscal” para la clase media y a la gestión que llevan adelante los referentes del Frente Renovador en sus respectivos ministerios y agencias.
La definición de uno u otro nombre va a indicar un camino: con Soria se podría esperar una dinámica de mayor confrontación, mientras que la elección de Gutiérrez sería una muestra de distancia de los deseos de ruptura que se emiten desde el Instituto Patria. “Los conozco a los dos. Son prestigiosos, pero todavía no tomé una decisión”, fueron las palabras de un Alberto Fernández que verbalizaba, sin decirlo, una derrota política personal al “entregar” a la persona de mayor confianza de su equipo más íntimo.
Fuente: Infobae