Detrás de cada muerto por coronavirus, hay un nombre, una historia y una familia que lo llora. Para muchos puede ser un número, pero quienes lo quieren es un asiento que hoy está vacío.
Daniel Héctor "El Flaco" Martínez tenía 58 años de edad y su nombre se hizo público a nivel nacional cuando la prensa lo definió como el "fallecido número 20 de Argentina" por coronavirus. El hombre era padre de 5 hijas y estaba casado hacía 40 años. Su historia conmociona porque intuyó desde un principio que se había contagiado la enfermedad pero los médicos no le creyeron y le negaron 2 veces la posibilidad de hacer un hisopado, al principio de la enfermedad.
“El lunes 9 de marzo estuvo en el trabajo con un compañero que había vuelto de Europa. Dijo que tosía y estornudaba”, contó a Infobae, Laura, quien el recuerdo que mantiene firme de su papá es del 23 de febrero. Ese día, ella celebró su cumpleaños número 32 en familia y él hizo el asado.
El 9 de marzo en Argentina nadie tenía la dimensión de la enfermedad como se la tiene ahora. Sin embargo, "El Flaco" tuvo el presentimiento y cuando comenzó a tener los síntomas empezó a cuidarse para no contagiar a nadie de la familia.
La fiebre comenzó el miércoles 11 de marzo y le contó a su familiar que se sentía muy cansado. “El siempre había sido muy cuidadoso, muy prolijo. Siempre que llegabas de la calle te decía que te lavaras las manos y la cara y recién después te sentaras a comer. Así que apenas sintió los síntomas se aisló”, confesó Laura.
Ese 11 de marzo fue al médico pero le diagnosticó una gripe y le dio paracetamol. Pese a eso, no quiso que nadie de la familia se le acercara y comenzó a hacer un aislamiento voluntario.
Al día siguiente, volvió a ir al médico porque se sentía peor. El diagnóstico cambió: bronquitis aguda. “Las dos veces dijo que había estado con alguien que había vuelto de Europa pero no le hicieron el hisopado”, relató la hija quien contó que su mamá y esposa de "El Flaco", Yolanda, le hacía caso en el aislamiento y para no tener contacto con él, le preparaba la comida y se la dejaba sobre una silla al lado de la puerta.
El viernes, cuando sus familiares vieron que seguía con 39 de fiebre y dolor de cuerpo, volvieron a llamar al 148, la línea que habilitó el gobierno para responder consultas sobre coronavirus. “Pasó lo mismo: volvieron a decirnos que no iban a hacerle el hisopado porque no tenía todos los síntomas”.
Después del octavo día con fiebre, Yolanda llamó a la clínica para pedir que lo internaran porque él tenía EPOC leve (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) y si no lo trataban podía ocurrir lo peor. Sin embargo no le hicieron caso y su estado fue empeorando. Recién el lunes 16, ante la insistencia de ella le hicieron el hisopado. Lo internaron dos días después, cuando aún no había llegado el resultado.
Ahí empezó a escribirse la peor parte de la historia. Mientras se esperaba el resultado del hisopado, los médicos le diagnosticaron neumonía.
“Todavía creían que era neumonía así que me dejaron verlo. Me pusieron el traje, barbijo y entré. Lo vi bien, agitado pero bien. Me dijo ‘no te acerques’, me preguntó cómo estaban mi mamá y mis hermanas y me dijo que se quería ir, que en esa habitación vidriada todos lo miraban y se sentía un muñeco de vitrina. Le dio miedo que yo estuviera ahí, así que casi que me echó. Me fui sin decir nada importante, no me imaginé que tenía que despedirme. No me dio tiempo...”, recordó Laura.
El miércoles 25 de marzo llegó el resultado del hisopado del coronavirus: dio positivo, tenía COVID-19.
A partir de ese día de la confirmación no lo pudieron ver más. Murió sólo en la habitación el domingo 29 de marzo. Los médicos le dijeron que el respirador al máximo no alcanzaba y que le habían dejado de funcionar los riñones.
“Recién ahora estoy cayendo y pienso todo lo que no le pude decir. Me hubiera gustado agradecerle todo lo que hizo siempre por nosotras”, finalizó emocionada Laura.