La desaparición de la adolescente Mariela Tasat, quien fue buscada por su madre durante 15 años porque creía que había sido captada por una red de trata, es uno de los casos emblemáticos de la cadena de errores que se pueden cometer desde el Estado e impiden la rápida identificación de una persona.
La chica, de 14 años, fue vista por última vez el 7 de septiembre de 2002 en la puerta de su casa de la localidad bonaerense de Lanús.
Este caso fue el primero documentado por Missing Children, organización en la que entonces trabajaba María Marta García Belsunce (50), asesinada en octubre del mismo año.
La madre de Tasat, Luisa Olivera, encaró una búsqueda por años en prostíbulos y villas hasta que, enterada de la existencia del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), les pidió ayuda para tratar de esclarecer lo ocurrido con su hija.
"Lo que pudimos establecer es que ese mismo día la había atropellado un tren, sobrevivió unas horas y después murió en el hospital. Le tomaron las huellas digitales, pero no logró ser identificada", contó a Télam Carlos "Maco" Somigliana, integrante del EAAF.
Por ese motivo, la joven fue enterrada como NN en el cementerio de Lanús y aparentemente por las deformaciones que había sufrido en el accidente, en la autopsia colocaron que se trataba de una mujer de unos 30 años, otro dato erróneo que complicó llegar a ella.
A esto, se sumó que cuando fueron a buscar el cuerpo, esos restos ya se habían pasado a un osario, una práctica que habitualmente se ordena de forma administrativa cada cinco o diez años, y que en su lugar se había enterrado a otra persona.
"Pero la exhumación de Mariela no había sido completa, entonces se sacó a la persona que estaba arriba y con unos restos mínimos de ella que estaban ahí, se pudo obtener el ADN, se comparó con el de su madre y su hermana y dio positivo", indicó Somigliana.
Mientras analizaba el expediente, el equipo de antropólogos descubrió también que las huellas de Tasat directamente nunca habían sido cargadas en el Registro Nacional de las Personas (ReNaPer) por motivos que se desconocen.
"El sistema tiene un solo mecanismo de identificación que son las huellas digitales. Si bien es bueno, no puede ser el único, entonces la madre nos aportó el documento, donde tenía uno de los dedos, el pulgar derecho, pero la ficha que tiene que estar en el Estado, con los 10 dedos, no estaba", aseguró Somigliana.
Entonces, esa huella se comparó con las que le habían tomado al cuerpo cuando se hizo la autopsia y también dio positivo.
El caso de Tasat es similar a otro que tuvo mucho más repercusión, el de Luciano Arruga (16), desaparecido en 2009 en la localidad de Lomas del Mirador y encontrado poco más de cinco años después enterrado como NN en el cementerio de la Chacarita.
"Las huellas de Arruga, como era menor, no estaban cargadas tampoco y se llega a él por una comparación que plantea la entonces Dirección de Derechos Humanos del Ministerio de Seguridad en octubre de 2014, con quienes estábamos trabajando en un confronte de desaparecidos en la dictadura", recordó Somigliana.
Entonces, luego de haberlo buscado donde funcionó la comisaría de Lomas del Mirador y otros lugares, se lo encontró en el cementerio porque se halló una huella de él que se le había tomado cuando había sido imputado por un robo y se la pasó por el Sistema Automático de Identificación Dactilar (AFIS, por sus siglas en inglés), donde están cargados los datos de personas con antecedentes penales y desaparecidas.
Allí surgió una correspondencia con un joven que había sido atropellado por un auto en la avenida General Paz el mismo día en que Luciano había sido visto por última vez, que había sido atendido en el hospital Santojanni y luego enterrado sin identificar por una cadena de errores, entre otros, que en la autopsia habían colocado que se trataba de un joven de unos 25 años .
Fuente: Télam