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"Hacía que lo toque y me empezó a violar", confesó sobre el supuesto abuso de un cura

Pasaron más de 25 años, y decidió contar lo que le sucedió en Rosario de Lerma.
domingo, 30 de septiembre de 2018 18:37
domingo, 30 de septiembre de 2018 18:37


El llanto de un hombre adulto, que recuerda, es conmovedor. Más aún, si la memoria de ese hombre remite a una violación sufrida cuando era un menor, casi un niño, y el perpetrador, un sacerdote que se había ganado su confianza.

Ese es el caso del llanto que se escucha en el audio que publicamos, en exclusividad, de la declaración ante un tribunal eclesiástico secreto -documento de carácter inédito que permite conocer la justicia católica desde adentro por primera vez- realizada por el salteño Juan Carlos García, quien afirma haber sido violado por el padre Emilio Raimundo Lamas en 1992, cuando tenía 16 años. El relato del abuso entre sollozos es conmocionante.

Juan Carlos García desde muy chico se introdujo en los quehaceres de la Iglesia católica en Rosario de Lerma, Salta, al punto que en la adolescencia ya era edecán de la parroquia cuando el ministerio era ejercido por el padre Ojeda. Cuando el sacerdote falleció, luego de algunos reemplazantes, llegó el nuevo y joven cura que, con su estilo informal y de cercanía a la población -jugaba al fútbol con los jóvenes, solía vestir de civil-, sorprendió a su feligresía.

El adolescente García se entusiasmó con sus tareas parroquiales. Hasta que un día de 1992 el sacerdote Emilio Raimundo Lamas le pidió que lo acompañara a dar misa en las fiestas de la Virgen al pueblo de Alfarcito, situado en las alturas salteñas. Según García, allí la violación ocurrió.

Así lo relató a Infobae y, a principios de 2017, ante el Tribunal Eclesiástico del Arzobispado salteño, en un proceso secreto que investigaría las acusaciones de García. Según el denunciante, al llegar a Alfaritos se sintió mal por los efectos de la altura y, en cierto momento de la noche, se retiró a la habitación que compartiría con el sacerdote Emilio Raimundo Lamas. Luego Lamas entró.

"Comenzó a preguntarme si había traído el manutergio, la vestimenta del padre, el cáliz. 'Sí, sí', le decía. 'Mirá que si no has traído te tiro las orejas, porque vos te tenés que portar bien'. Es decir, buscaba que yo diera la vuelta la cara y tuviera un momento de diálogo. Yo no quería porque me daba vergüenza vomitar delante del padre porque me sentía mal. O sea, para mí el cura era algo altísimo".

"Insistía con eso de tirarme las orejas y se pasó a la cama donde yo estaba. Y trató de agarrarme así las orejas entre juegos y juegos y me agarró las orejas y empezó a acariciarme, a tocarme la cabeza. Yo lo sentí como mimo, como algo de caricia, pero nunca me imaginé otra cosa. Como contención, como mi papá, como mi mamá. Y para mí era distinto porque el cura que me formó era muy conservador. 'Te voy a tirar las orejas, porque te portaste mal, te voy a tirar las orejas', decía. Yo me reía. Y con sus caricias se acostó detrás de mí".

"Me sentí, no sé, incómodo. Yo sentía un montón de cosas. Sentía ese temor por el sacerdote. Pero después empecé a sentir asco cuando empecé a sentir su lengua en mi oreja. Empezó a lamerme la oreja y empezó a respirar distinto. Para mí fue una experiencia nueva, sentir respiraciones fuertes. Empezó a apretarme fuerte, a abrazarme, y ya me dolía. Era raro, era raro lo que yo sentía. Me dio vuelta la cabeza y comenzó a besarme la boca y ahí entendí que era algo malo. No niego que sentí algo distinto porque era una experiencia nueva que hoy quizás grande pueda entender, pero a esa edad yo era muy inocente. Me sentía raro, me sentía raro, me sentía raro. (Entre sollozos)".

"Y ahí comenzó el padre a quitarse la ropa él y a quererme quitar la ropa a mí. Le dije: 'Padre, por favor'. Y el padre siguió. Yo pensaba en una camperita nueva que mi vieja me había comprado. Era tan tonto que lloraba por la ropa nueva, no por lo que estaba pasando. Es que no entendía. Y comenzó a tocar mis genitales. Me empezó a tocar todo. Me hincaba con el dedo, me dolía mi cola. Se subía arriba mío y sentía que me ahogaba porque era alto, fisicudo, y me empezaba a besar y cuando me besaba me ahogaba porque me metía la lengua, y con esa respiración fuerte me ahogaba. Sentía que me ahogaba".

"Después él me dio vuelta. Quería que toque su cuerpo y su pene también, me agarraba de su mano para llevarme adonde él quería que lo toque. Y ahí me comenzó a violar. Sentía yo miedo, nunca me voy a olvidar de eso. Cuando él terminó, me acuerdo que lloré. 'Ya está', me dijo, 'si te duele la panza, sacate un caramelo de mi mesa'. Yo no sabía si levantarme o no. Después fui y saqué el caramelo. Sentía ganas de vomitar, porque estaba mal".

"Y después dijo: 'Vení ahora a mi cama'. Yo no contestaba nada, eso me acuerdo bien, estaba como mudo, no decía nada. Empezó a tocarme otra vez. Ahora él quería que yo lo penetrara a él. Yo no sabía qué hacer. Estaba solo, mal, mareado, asustado y con un montón de cosas en la cabeza. A oscuras. No sabía qué hacer. Cuando el padre vio que empecé a llorar, no sé si se asustó o qué, y se fue a recostar. Lo único que recuerdo es que desperté en el piso. Me dormí llorando".

El testimonio ante el tribunal eclesiástico secreto, realizado en diciembre de 2016, implicaba el juramento de no revelar el proceso ni lo sucedido allí, enmarcado en la figura del "secreto pontificio" y bajo la admonición de caer en "pecado grave" si contravenía lo jurado poniendo la mano sobre los evangelios.

Un año después, el sacerdote Alejandro Pezet, que había participado del proceso eclesiástico como "notario", visitó en su hogar a Juan Carlos García, que en la actualidad tiene una radio en Rosario de Lerma. El padre lo visitaba en nombre del presbítero Loyola Pinto y de Sancristóval, juez vicario y máxima autoridad del tribunal de la Iglesia salteña.

"El padre Loyola me pidió que te transmita algo dentro del secreto de lo que ocurre ahí adentro -le dijo Pezet a García, según el registro de la conversación, que fue grabada-. Se llamó al padre Lamas, se le leyeron las acusaciones, él dijo que reconocía que todo era verdad y pidió la dimisión del sacerdocio. Fue de palabra entre los que estábamos ahí, si decide hacer eso debe ponerlo por escrito. Me parece algo honesto de su parte. Dijo: 'No niego ninguna de las acusaciones'. Dentro de todo lo malo eso es algo bueno".

-¿Reconoció los otros casos también? –preguntó García a Pezet.

-Sí. Dijo que había pensado en dimitir en otras ocasiones. Acá tiene un buen concepto, incluso de sus otras víctimas, que dicen que es un buen tipo, pero cometió un crimen gravísimo. Lo que a vos te hizo y probablemente a muchos más es gravísimo, es pisotear seres humanos. Yo creo que lo que a él le conviene es ofrecerte una reparación para que no trascienda. Él no va a ir preso porque esto ya prescribió. Evidentemente la Iglesia te ofrece una reparación. La peor sanción de la Iglesia, que es no ejercer el ministerio, al haber renunciado Lamas ya no se le va a imponer. Ahora la iglesia con vos como institución de alguna manera tiene una responsabilidad. Es un miembro de la Iglesia con la autoridad moral que la Iglesia le dio. La Iglesia es un cuerpo y el pecado de uno, de alguna manera, somos responsable todos, así como la santidad de uno nos hace bien a todos. Pero para mí es bueno que haya reconocido. No le gusta al obispo que se ventilen estas cosas. Yo los alenté a que lo pongan por escrito.

Escuchá el audio en este link a la nota de Infobae.

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