Reconocimiento

Malvinas, identificaron a otros 3 combatientes en el cementerio de Darwin

Los nombres de dos de los caídos identificados figuraban, desde 2004 cuando se remodeló el cementerio de Darwin, en una tumba que hasta 1983 había tenido solo el nombre de un alférez y tres soldados solo conocidos por Dios,
viernes, 10 de agosto de 2018 16:58
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En febrero de 1983, cuando el coronel británico Geoffrey Cardozo enterró con honores a los caídos argentinos durante la guerra, la sencilla cruz de madera decía: "Cuatro soldados argentinos solo conocidos por Dios incluyendo al 1er Alférez Julio Ricardo Sánchez- 10.487.666".

Veintiún años después, la leyenda de esa cruz ubicada en el sector C.1 .10 cambió, inexplicablemente.  Cuando se hizo la reforma del cementerio en Darwin en 2004, en la placa de granito negro que se colocó al pie de una nueva cruz se leía: "Héctor Walter Aguirre- Mario Ramón Luna-Julio Ricardo Sánchez-Luis Guillermo Sevilla".

De pronto, la tumba del gendarme Sánchez delGrupo Alacrán -muerto el 30 de mayo en las alturas de Monte Kent, cuando el helicóptero en el que viajaba fue derribado por el misil de un Sea Harrier- incluía los nombres de tres soldados de la Fuerza Aérea, muertos el 28 de mayo en la base aérea Cóndor de Goose Green, a casi 90 kilómetros de distancia.

¿Cómo era posible? Desde 1983 hasta 2004 no se había hecho ninguna exhumación ni ninguna identificación. En los diferentes viajes que habían hecho a las islas, los familiares de estos soldados se habían conformado eligiendo una tumba al azar, de las 121 cruces que decían "Soldado Argentino solo conocido por Dios", porque sus seres queridos no estaban identificados.

¿Cómo habían dejado de estar en una tumba anónima? ¿Qué había pasado? ¿Quién había tallado sus nombres junto a los de Sánchez?

Cuando el Plan de Proyecto Humanitario permitió la exhumación de 121 tumbas sin nombre en Malvinas- trabajo realizado en junio de 2017- la profesora de Historia e investigadora de temas relacionados a la guerra, Alicia Panero supo de la existencia de tumbas mal nombradas e inmediatamente se puso en contacto con el coronel británico.

Cardozo le envió el minucioso informe que había realizado en el 83, donde detallaba el trabajo que había hecho en el cementerio, en qué campos de batalla habían sido recogidos los cuerpos, cómo los había enterrado y quiénes habían sido ingresados en su lista como identificados.

La investigadora cotejó cada dato y encontró que Sevilla, Aguirre y Luna no figuraban entre los soldados identificados en 1983. La aparición de sus nombres era inexplicable.

Primero, se puso en contacto con las familias de los soldados: nunca nadie les había informado cómo esos nombres estaban desde 2004 en una tumba. Luego, llevó el caso ante la Secretaría de Derechos Humanos, la Cancillería, la Comisión de Familiares -responsable del mantenimiento del cementerio-, la Fuerza Aérea, las secretarías de Derechos Humanos de las provincias de Santiago del Estero, Salta y Chaco -de donde son oriundos los soldados muertos en Pradera del Ganso-, y la Cruz Roja Internacional. Finalmente presentó una solicitud de investigación ante la Fiscalía Federal N°2 de Córdoba, a cargo de Gustavo Vidal Lazcano, causa que fue remitida a la justicia federal de la Capital Federal.

Hoy, la Secretaría de Derechos Humanos, informó sobre tres nuevas identificaciones, llegando a 96 los soldados que recuperaron sus nombres.

Tres familias fueron informadas esta tarde. La primera, por una situación especial,  pidió mantener en reserva el nombre del caído. El cuerpo del soldado está en el Sector A2.1.

Las otras dos son las familias de Luis Guillermo Sevilla y Héctor Walter Aguirre, los soldados de la Fuerza Aérea que supuestamente compartían tumba con el alférez Sánchez.  Las pruebas de ADN permitieron determinar que sus cuerpos no yacen en la tumba que lleva sus nombres desde 2004, sino en que se encuentran debajo de otras dos cruces en el cementerio.

Así como la causa por la identificación de los soldados caídos en Malvinas comenzó con el trabajo de dos ciudadanos -el veterano Julio Aro acompañado por esta periodista de Infobae-, una vez más fue una ciudadana común la que le permitió que familiares de caídos hace 36 años conocieran el destino final de sus seres queridos.

La denuncia de las irregularidades que realizó Panero impulsó que la Secretaría de Derechos Humanos -en conjunto con sus pares de las provincias- tomara muestras de los familiares de los soldados de la Fuerza Aérea, que no estaban incluidos dentro del PPH ya que figuraban como "reconcidos".

Además de los nombres de Aguirre, Luna y Sevilla, había encontrado que las tumbas de otros nueve caídos no se correspondían con el plano del 83.

"Pedí al archivo británico los ingreso posteriores al informe del Cardozo y conseguí el ingreso del gendarme Víctor Samuel Guerrero y el cabo segundo Ramón Edmundo Ordóñez, identificaciones que realizaron los ingleses posteriores a 1983, y por las que hicieron un informe muy detallado de cómo encontraron los cuerpos y pudieron determinar sus identidades", explica Panero a Infobae.

Otro de los casos era el de una tumba común con cinco integrantes de la tripulación de un Lar Jet derribado el 7 de junio de 1982, mientras cumplía una arriesgada misión sobre la isla Borbón.

"En la tumba de los caídos Juan José Ramón Falconier, Rodolfo Manuel de la Colina, Marcelo Pedro Lotufo, Francisco Tomás Luna y Guido Antonio Marizza, el informe de Cardozo determina que allí hay solo dos restos, que figuran como no identificados.  Estamos investigando cómo llegaron los nombres de los hombres de la Fuerza Aérea allí", dice la historiadora.

"En el caso de la tumba que lleva desde 2004 el nombre de Bernardino Benito Almaraz, en el informe de Cardozo figura como una fosa vacía", concluye Panero.

Los nuevos identificados

Héctor Walter Aguirre -nacido en capital federal el 19 de septiembre de 1963- era el único hijo Liliana Yolanda Aguirre, quien partió hacia La Banda, Santiago del Estero, cuando su pequeño hijo cumplió los dos años.

Héctor creció en el barrio Yanusi, hizo la primaria en el Colegio San Martín y comenzó a trabajar en la adolescencia ayudando a un tío como gasista. Le decía Puchi. A los 18 años conoció al amor de su vida, María de las Mercedes Morales, con quien se casó antes de partir hacia la guerra. Ella lo despidió entre lágrimas y embarazada de María Soledad, que nació el 22 de abril, pocos días después de que su padre pisara las islas por primera vez y para siempre.

Llegó a las islas como soldado de la Fuerza Aérea y fue enviado a Darwin, con la misión de custodiar un pequeño y rudimentario aeropuerto de la base militar Cóndor en Pradera del Ganso, donde operaban los aviones Pucará.

Héctor cayó peleando con valor el 28 de mayo, mientras disparaba su ametralladora contra un avión británico que atacaba el cementerio. Ascendido a cabo post mortem, recibió la Medalla de La Nación Argentina al Valor en Combate y la Cruz al heroico Valor en Combate. Fue declarado Héroe nacional el 18 de marzo de 1998.

La primera vez que María de las Mercedes Morales viajó a visitar la tumba de su marido fue el 19 de noviembre de 1997. Deambuló entre las 230 cruces blancas y no lo encontró. Había llevado una placa tallada en madera con el nombre de su esposo. No supo dónde dejarla: sus restos no habían sido identificados. Le dijeron que pusiera la placa en una tumba al azar, como hacían otras madres y esposas de caídos en su misma situación. Con dolor se conformó con no tener una cruz donde llorarlo.

En 2009 le tocó viajar a María Soledad, su hija. La joven, que buscaba algún rastro de ese padre que no había podido conocer, se sorprendió al encontrar el nombre de Héctor Walter Aguirre en la primera hilera de la tumba número 10, compartiendo la fosa con otros tres soldados. "¿Cómo sucedió esto?", se preguntó. Nunca obtuvo una respuesta.

Ayer por la noche, María Soledad fue informada por la Secretaría de Derechos Humanos en Santiago del Estero: el cuerpo de su padre está en la tumba DB 28, y no en la placa que incluía cuatro nombres desde 2004.

Y entonces ella pidió conocer la verdad: quién fue el responsable del "error" de haber colocado el nombre de su padre en una tumba donde no reposaban sus restos. Desde hacía 14 años que cargaba esa sospecha y jamás habría llegado a la verdad si no hubiese sido por la investigación de Alicia Panero.

La historia de Luis Guillermo Sevilla -nacido en Rosario de la Frontera, Salta, el 17 de septiembre de 1963- y hoy identificado en la tumba DA 28, se suma también al misterio de las tumbas mal nombradas en el cementerio.

Su breve y dura biografía cuenta que su madre, Cristina Lera, luchó mucho para poder mantenerlo a él y a su hermana Miriam. Y que desde muy chico salió a ganarse la vida cargando carbón, limpiando un almacén, verdulero y albañil para poder ayudar a su humilde familia. Con ese deseo viajó a Buenos Aires buscando un mejor futuro. En enero de 1982, le tocó el servicio militar en la Escuela de aviación de Córdoba. Tres meses más tarde estaba en la helada Pradera del Ganso, en la isla Soledad.

Su destino fue la Base Aérea Militar Cóndor, el el istmo de Darwin. El 28 de mayo, cuando los ingleses avanzaban con fuego de morteros y misiles tipo Milán, Luis protegía el repliegue de sus compañeros como cargador de una ametralladora MAG, disparada por un suboficial. Ambos fueron alcanzados por proyectiles británicos. Fue ascendido a cabo post mortem. Recibió la Medalla al Valor en Combate, la Cruz al heroico Valor en Combate y fue declarado Héroe Nacional.

Durante más de tres décadas Cristina no supo dónde descansaban los restos de ese hijo que partió a la guerra para no volver. Hace algunos años contó que unos oficiales de la Fuerza Aérea le habían asegurado que "el cementerio es un simulacro y su hijo está en una fosa común", palabras que lastimaron su corazón de madre.

La primera vez que viajó a Darwin fue en 1998 y el nombre de Luis no estaba en ningún lado. Le dijeron que eligiera una cruz cualquiera para orar y dejar sus ofrendas. Cuando se inauguró el nuevo cementerio en 2004, fue su hija Miriam quien viajó a las islas. Y grande fue su sorpresa cuando encontró el nombre de su hermano en una placa de granito junto a otros tres compañeros.

¿Qué pasó con las tumbas mal nombradas?

En la lista del coronel Cardozo figura claramente que en la tumba del alférez Sánchez hay otros tres cuerpos no identificados. Todos fueron sepultados el 1 de septiembre de 1982.

Sánchez falleció junto a cinco compañeros cuando cayó el helicóptero en Monte Kent: el subalférez Guillermo Nasif, los cabos primeros Marciano Verón y Víctor Samuel Guerrero, el cabo Carlos Miguel Pereyra y el gendarme Juan Carlos Treppo. ¿Alguno de estos cuerpos puede estar en esa tumba mal nombrada?

El trabajo de Cardozo en 1982/83 fue tan minucioso que la Cruz Roja Internacional lo invitó a las islas para que acompañe a los forenses en 2017 cuando comenzaron los trabajos de identificación.

El coronel inglés en diálogo con Infobae afirma: "Todo mi trabajo está en ese informe, desconozco qué modificaciones se hicieron en el cementerio ni por qué hoy hay tumbas con nuevos nombres que no aparecían en 1983. Me pongo a disposición para ayudar a buscar la verdad a cada una de esas familias, como lo hice en la causa de la identificación de mis queridos soldados de Malvinas".

Por pedido de la Comisión de Familiares -responsable del cuidado del cementerio- fue el empresario Eduardo Eurnekian quien se hizo cargo de pagar la remodelación de Darwin en 2004.

En ese entonces se cambiaron las viejas cruces por nuevas, se colocaron placas de granito con los nombres grabados de los soldados identificados, se hicieron 121 placas para los soldados solo conocidos por Dios, se construyó el cenotafio con los nombres de los 649 caídos durante el conflicto y se emplazó la enorme cruz que domina el cementerio de guerra argentino.

Fuente: Infobae 

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