Revelaciones

Científicos aseguran que la tierra se salvó en el 2012 de los efectos de una llamarada solar

Los efectos de la llamarada hubiera producido más daños que en un suceso anterior. Un estudio del año 2013 estimó que una tormenta solar como la de 1859 representaría hoy un impacto de 2,6 billones de dólares sobre la economía global.
sábado, 22 de marzo de 2014 12:00
sábado, 22 de marzo de 2014 12:00

Dos años después de un estallido solar científicos de Estados Unidos informaron que el potente estallido solar podría haber dañado los sistemas eléctricos y haber dejado fuera de funcionamiento los satélites. Los profesionales sostienen que la llamarada rozó la tierra en el año 2012.

 

La llamarada solar habría causado estragos en el campo magnético de la Tierra, con una afectación similar a la del caso Carrington de 1859, la mayor tormenta solar detectada en nuestro planeta. En aquella ocasión, el impacto tumbó el sistema de telégrafos de Estados Unidos, según la física de la Universidad de Berkeley Janet Luhmann según publica el diario Clarín.

 

Según los científicos que los efectos de la llamarada hubiera producido más daños que en un suceso anterior. Un estudio del año 2013 estimó que una tormenta solar como la de 1859 representaría hoy un impacto de 2,6 billones de dólares sobre la economía global.

 

El masivo estallido de viento solar y de campos magnéticos salió disparado del Sol el 23 de julio de 2012 y habría impactado directamente contra la Tierra si se hubiera producido nueve días antes, según los cálculos de Luhmann.

 

Las llamaradas solares impulsaron hacia el sur campos magnéticos que habrían afectado al campo magnético norte de la Tierra, provocando un giro en las corrientes eléctricas que habrían hecho que los transformadores eléctricos se incendiaran. Las interferencias magnéticas también habrían afectado a los sistemas posicionamiento por satélite como los GPS.

 

El estudio completo sobre este estallido solar que pudo haber sido grave para los humanos fue detectado por la nave STEREO de la NASA y se publicó en la revista Nature Communications.

Fuente: Clarín

Comentarios