El traje nuevo del emperador

Existen problemas externos como la caída del precio de las commodities, pero existen también problemas internos como la inflación, que fue siempre negada por las estadísticas oficiales, el déficit fiscal que creció un 131% en el primer semestre del año.
domingo, 17 de agosto de 2014 11:20
domingo, 17 de agosto de 2014 11:20

 Por Raúl Moreno. Contador Público.MBA

Si hay algo que el gobierno quiere por estos días es dar una señal muy clara de que se ha convertido en motor de la economía y que está tomando todas las medidas necesarias para solucionar los múltiples problemas que hoy la amenazan.

Como en el viejo cuento de Hans Christian Andersen ("El traje nuevo del emperador”), la presidenta simula ver su nuevo vestido, por lo desagradable que sería admitir que realmente no puede verlo y en esa fantasía la acompañan todos sus fieles.

"¡Cómo! -pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada!
¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto?, Sería espantoso.”

Ante todo, el gobierno quiere que a todos nos quede claro, es que si no paga la deuda con los tenedores de bonos no reestructurados no es porque no puede, sino porque no quiere, ya que se encuentra defendiendo al país de una supuesta mafia financiera organizada con el maléfico fin de boicotear la exitosa reestructuración de deuda que nos ha evitado tantos sobresaltos en estos últimos años. Por eso es que el ministro de economía Axel Kicillof insiste en destacar la crueldad de los fondos buitres en todo foro donde lo quieran o no escuchar. También insiste en que todo está muy estudiado a tal punto que no queda espacio para la improvisación.

«¡Dios nos ampare! -pensó el ministro para sus adentros,
abriendo unos ojos como naranjas-. ¡Pero si no veo nada!».
Sin embargo, no soltó palabra.”

Nos resulta imperioso ver el vestido del rey, por lo triste que sería para todos admitir que nos hemos equivocado. Pero, lo verdaderamente importante, no es lo que nos dicen sino lo que al final del día percibimos como parte de la comunidad y como lo hizo el niño en el cuento aquel.
La sensación de gran parte de la gente, por estos días, es que el gobierno viene perdiendo el control de la economía, que estamos mal y que podemos ir peor, como lo marca el deterioro del índice de Confianza del Consumidor (ICC).

La economía está destruyendo valor. Todos los días se pierden puestos de trabajo y hasta el sindicato de empleados de comercio ha tenido que tomar un comercio en Caucete para evitar que cierre y despida al personal.

 

Es que hay un punto donde la gente deja de confiar en el relato y comienza a desconfiar. Como la desconfianza siempre fue la peor enemiga de la seguridad, por ello la gente busca seguir sintiéndose segura, recurriendo a las cosas que cree que no se van a modificar.

 

Una prueba de esto es la creciente demanda de dólares que hay en el mercado cambiario nacional y la escasa iniciativa privada a invertir, tomar personal o desarrollar nuevos proyectos.

 Y para llegar a ese pesimismo no hace falta que a la gente le expliquen mucho, solamente basta con vivenciar ciertas variables que van degradándose día a día. Hoy en día, la venta de autos se ha paralizado de tal forma que se venden tantos autos como en el 1994 (20 años atrás) y la gran parte de los pocos autos que se venden, lo hacen a través de planes de financiación que ha desarrollado el gobierno. Aunque las comparaciones son odiosas, es al menos curioso destacar que, cuando estalló la crisis del 2001, se vendían tantos autos como en 1971. (30 años atrás).
Por eso, entre tanta incertidumbre, sería bueno que el gobierno tienda a sincerar su mensaje, asumir su responsabilidad en el problema y evitar echarle la culpa a la baja performance de la economía europea y japonesa, a la mafia financiera, al juez Griesa, al mediador, a los Fondos Buitres, a las empresas que recurren al procedimiento de quiebra, pues, como hemos dicho, se han convertido en un argumento demasiado frágil.

"Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola
 bajaron las manos al suelo como para levantarla,
 y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire;
 por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada.”

Tampoco suma para restituir la confianza, la idea de promulgar una nueva ley de abastecimiento que pretenda ejercer desde el Estado el control de precios, fijar stock, márgenes y utilidades, bajo apercibimiento de duras sanciones que van desde multas de diez millones de pesos, hasta la clausura definitiva, responsabilizando, además de las empresas, a sus directivos y dotando al Estado con amplias facultades para incautar, consignar y vender sin expropiación previa la mercadería de las empresas sospechosas de ejercer el terrorismo financiero.

Argentina tiene sus propios problemas, que se comenzaron a manifestar en el 2011 y que se fueron agravando por incapacidad o negligencia a buscar una solución.

 Existen problemas externos como la caída del precio de las commodities, pero existen también problemas internos como la inflación, que fue siempre negada por las estadísticas oficiales, el déficit fiscal que creció un 131% en el primer semestre del año, y la ilimitada vocación del Estado de desalentar la iniciativa privada cambiando las condiciones de juego, aumentando la presión fiscal y hasta denunciando de terroristas a las empresas que cierran sus puertas.

"-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.
-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre;
-¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.”

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