Los renunciamientos de San Martín

La grandeza, más que nunca, depende de la entrega. Las renuncias del 1° General son el camino ejemplar que no sólo resurge en un día como hoy, sino frente a cada ofensa al pueblo
domingo, 17 de agosto de 2014 10:53
domingo, 17 de agosto de 2014 10:53

Por Ivan Grgic

Hace unos años, el gran pensador sanmartiniano Roald Viganó, analizaba los cinco grandes renunciamientos del Libertador, don José de San Martín. Decía que su vida estaba signada por esas decisiones: "No me pertenezco a mi mismo sino a la causa del Continente Americano”.

El Prof. Viganó explica que la primera renuncia se da en España que "le promete un  porvenir de fama, honores y fortuna. Todo lo abandona para servir a su patria natal, donde lo espera el recelo, después la envidia, la calumnia y aun el odio cerrado de los enanos y los miopes del espíritu, con quienes deberá luchar”. La  segunda renuncia es en Chile, cuando lo proclaman Director Supremo de la recién nacida nación, que "agradece, pero categóricamente rehúsa toda investidura política y propone para el cargo a Bernardo O’Higgins. Y parte a dar la libertad al Perú”.

El tercer renunciamiento lo decide en el marco del Perú libre y sus diálogos con Bolívar en Guayaquil, "y aceptando el imperio de la circunstancia se aleja del teatro de sus hazañas, no por estrechez de miras ni por debilidad de ánimo sino para ahorrar a la América el triste espectáculo de la discordia interna. Y antepone una vez más la elevación de la Patria a todas las humanas chaturas”. Por esta decisión dice San Martín: "Este sacrificio, y el no pequeño de haber guardado silencio absoluto de los motivos que me obligaron a dar ese paso, son esfuerzos que no está al alcance de todos el poderlos apreciar”.

Las tierras peruanas le ofrecerán la cuarta opción de renuncia, cuando le urjan: "solo usted puede salvarnos”, a lo que San Martín responde: "No es un hombre providencial lo que se necesita sino borrar las disidencias y acabar con las discordias y, todos unidos, vencer a los españoles”. El último renunciamiento sucederá tres años más tarde cuando resuelva dedicarse solo a la educación de su hija, no para hacer de ella "una dama de gran tono, sino una buena esposa y una tierna madre”.

¿Por qué puede ser necesario considerar renuncias en tiempos donde se consideran los logros? ¿Por qué puede ser fundamental evaluar el apartamiento cuando no faltan acusaciones de corrupción a funcionarios públicos que no desean apartarse de nada? ¿Por qué resulta ser esencial mirar el alejamiento para mirar la grandeza de alguien? ¿Será porque, al decir de don Roald, "la patria está necesitando gestos de grandeza”?

Impacta tanto que a dos años de las elecciones ya estemos siendo foco de campañas de los diversos frentes partidarios. Duele tanto que los servicios públicos que tantos funcionarios debieran prestar quede relegado a estrategias de posicionamiento electoral. Afecta tanto que esas acciones de construcción de poder se paguen con los fondos del pueblo. Embroma tanto que los valores dirigenciales vayan quedando detrás de los intereses individuales. Golpea tanto que se crea que la grandeza se mida por poder de ser impune.

La grandeza, más que nunca, depende de la entrega. Las renuncias del 1° General son el camino ejemplar que no sólo resurge en un día como hoy, sino frente a cada ofensa al pueblo. Es que cualquier distancia de valores entre el Padre de la Patria y los dirigentes de hoy vuelven bastardos a los hijos e hijas de la Argentina. Para los hijos sean verdaderos hijos, Viganó concluye: "lo que no podemos alegar es que nos falte maestro. Tenemos, y el mejor”.   

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