La provocación de la vida

domingo, 20 de abril de 2014 10:23
domingo, 20 de abril de 2014 10:23
Por: Ivan Grgic 
 
"Giró la vista hacia la tierra, donde estaba su pequeño hijo Sem tratando de cortar una flor. Le indicó que sólo se arrancaba lo necesario para vivir.  Pero, al pasar el tiempo, vio una flor que crecía rápidamente y se preocupó; esta vez era un signo negativo del Creador”. Este breve texto que relata un momento inicial de "Noé”, la excelente película protagonizada por Russell Crowe, nos pone en una constante humana: cuando la vida provoca, es común tener miedo. 

Provocar no es una agresión, si un llamado para ir adelante. Cuando la vida provoca, llama a algo mejor o a cambiar las situaciones de muerte cercanas. Ambas posibilidades suscitan miedo, esa sensación de temor ante lo desconocido que se palpita en el propio interior. Es el miedo a la vida. 

Cambiar para mejor no es fácil, pues "es mejor malo conocido que bueno por conocer”. Además, los cambios para mejor suponen un acto de fe en lo que viene, que incite a dejar lo bueno del presente. De todos modos, hay más dificultades en cambiar cuando los signos de muerte nos atrapan. Estamos tan agarrados por esas muertes de seres queridos, de situaciones añoradas, de vicios y defectos, de posturas egoístas, de perezas y comodidades que se hace difícil reconocerlas como "muertes” y, en ellas, escuchar la provocación de la vida. A tal punto es así que muchas de esas muertes personales o sociales nos hacen sentir vivos y es la vida la que nos produce temor a morir. Se llega al punto de aquello de García Márquez: "Tengo miedo de tener miedo”.

La vida brota de todo lugar, en todo momento, en muchas personas. ¡Y siempre provoca!, no nos deja igual a menos que prefiramos nuestras muertes, mediocridades o parcialidades autoreferenciales. Siempre llama la atención que no se quiera valorar la inocencia del niño por nacer que no se puede defender, tal como se ha vuelto a proponer en el Congreso Nacional. También es sugestiva tanta palabra en torno a los linchamientos, cuando es un claro acto de delincuencia; es como si se quisiera aprovechar esa bronca descontrolada para que el contrario quede "pegado” simbólicamente a los hechos. O el planteo serio o "trucho” de los narcos y sus sicarios que también evidencian personas, lugares y momentos en los que la muerte se manifiesta señora de todo con su pisoteo de la vida.

Un bebé por nacer, un ladrón bajo la suela de los zapatos, un adolescente que encuentra paz en la marihuana, ¿son sólo problemas para descartar en la papelera de reciclaje, o una provocación de la vida? ¿No son, más bien, clamores existenciales, gritos de salvación, lamentos de cambio que surgen de la situación y se dirigen tanto a ese bebé, a ese ladrón y a ese adolescente, como a la madre y los legisladores, a los que van a linchar, a los mercaderes de la muerte y a los actores de la sociedad en el gobierno y en la gente común? 

La Vida es la que habla como en el sepulcro abierto de Jerusalén, donde una mujer busca el signo de la muerte: un cadáver. Sin embargo, encuentra el signo de la Vida: una tumba abierta, un sudario en la piedra y un ser que le dice: "No tengas miedo”. María, la mujer, intuye el desafío de mirar hacia el sol para que las sombras queden atrás, con los ojos cerrados pero colmados de luz, con el cuerpo tembloroso pero abrigado por su calor, con las piernas entumecidas pero dispuesta a anunciar que solo vale vivir sin miedo a la Vida. 

Ni el aborto, ni los linchamientos, ni la droga nos van a traer soluciones. Sólo la Vida, la que provoca a diario, nos puede llevar como viento hacia la libertad de la verdad. Basta dejar atrás los miedos y creerle. ¡Feliz Pascua! ¡Feliz Vida sin miedo!

Comentarios