Opinión

Transgresores y trans-agresores

domingo, 14 de diciembre de 2014 10:49
domingo, 14 de diciembre de 2014 10:49
Por: Ivan Grgic 
 
La Real Academia Española afirma que transgredir es quebrantar, violar un precepto, ley o estatuto. Este término viene del latín: "trans”, prefijo que significa al otro lado o a través de, y "gredior”, referido a ir, dar un paso. La historia humana puede mirarse a través de sus transgresores, mujeres y hombres que dieron un paso para ir más allá.

"Más allá” se refiere a la ley, a las costumbres o a conceptos subyacentes negativos para la sociedad. Toda innovación y creatividad tecnológica ha dependido de la transgresión, desde el fuego y la rueda, pasando por el descubrimiento de América o el pensamiento digital. La transgresión se ha sentido como un desafío interior para un cambio, para algo nuevo, para algo mejor.

Transgredir conlleva siempre un riesgo que depende de la ley o costumbre a traspasar. Puede ser la fama en la comunidad científica, la excomunión en grupos particulares, o la misma vida en algunas situaciones extremas. Malala, la adolescente que recibió en el Premio Nobel de la Paz, transgredió las normas culturales de su gente al predicar la educación para todos desde la niñez y ya a los 11 años tuvo su primer ataque en que la dejaron por muerta. Los 43 estudiantes desaparecidos junto a otros asesinados en septiembre en Azotzinapa (México) llegaron a sufrir ese extremo por querer manifestarse. Y hasta el mismo Ariel Ramirez que propuso la Misa Criolla como quiebre de los estilos musicales europeos, y fue tomada por el papa Francisco para celebrar la Misa de la Virgen de Guadalupe mientras llamaba a la construcción de la "patria grande” con los pobres y sufrientes.

Las transgresiones han implicado siempre una evaluación de temas y medios, de contenidos a transgredir y de formas de pasar más allá. En esta semana, una conocida organización ambientalista, líder en creatividad de formas transgresoras, prefirió despreciar los cuidados de las "Líneas de Nazca” con la intención de alertar una vez más sobre el cambio climático y la exigencia que los países realmente actúen en consecuencia. La desestimación de las condiciones de cuidado no sólo ha implicado una intervención en el lugar que sólo podrá "arreglar” la misma naturaleza con el paso de los siglos, sino que se ha sentido como una humillación de la cultura peruana: si la conquista colonizadora podría tener algún atenuante por su contexto histórico, este menosprecio de un milenario espacio sagrado solo tiene agravantes. Nadie en Perú quiere aceptar livianas disculpas. 

También, un militar procesado por crímenes de lesa humanidad ha comenzado a dar datos acerca de historias, procedimientos, nombres y destino de algunos desaparecidos. Si bien tranquiliza en parte que pueda accederse a esperados detalles de la dictadura, enerva el aplomo de su exposición. Lamentablemente el estupor ante nuevas comunicaciones de los miembros de ISIS cuando difunden sus decapitaciones como mensajes, manifiesta que la frontera de ese "ir más allá” no parece tener límites en la mente humana. Es que, además de los transgresores hay "trans-agresores”, quienes en honor de sus objetivos no ponen reparo en los instrumentos, y hacen gala del maquiavélico principio que "el fin justifica los medios”. 

Los trans-agresores se han amparado en los transgresores para sus ataques. Siempre han justificado sus agravios en comprensibles o incomprensibles propósitos. A diferencia de los transgresores que ponían su vida en ofrenda, los trans-agresores han puesto la vida de los otros como requisito. Mientras que los transgresores han buscado desinteresadamente el bien, los trans-agresores se han impuesto a sí mismos como último fin de sus actos. Y al pasar el tiempo, cuando los transgresores alumbran nuestros panteones con sus rostros, los trans-agresores participan de nuestra memoria como sombras a no olvidar. Aun así, en frase atribuida a Gandhi, "lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”.

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