El drama que envolvió la vida de Benjamín y su familia en Tucumán estuvo marcado por la violencia, un secreto a voces entre los escasos habitantes de la zona. A pesar de la distancia de hasta 500 metros entre viviendas, las señales de alarma no lograron prevenir la tragedia que se anunciaba. Ahora, la vivienda que alguna vez fue hogar de esta familia se convierte en un mudo testigo, erguido en una zona montañosa, del tormento que desgarró sus vidas.
Mientras se aguarda el resultado del examen forense para confirmar si los restos óseos hallados a un kilómetro del lugar pertenecen a Benjamín, el niño desaparecido desde hace un año, sus padres enfrentan la detención preventiva bajo la sospecha más atroz. En medio de este oscuro panorama, la abuela del pequeño tomó una medida drástica: derribar la casa donde se presume ocurrió el fatal desenlace.
"Ya no queda rastro de esa casa. Quería que desapareciera, que sus nietos no tuvieran memoria del lugar donde sufrieron tanto", declaró una fuente cercana a la investigación a TN. Mónica Gargiulo, la abuela materna de Benjamín, decidió borrar cualquier vestigio del horror vivido allí, quemando los recuerdos y rescatando lo posible para los hermanitos del pequeño, de ocho y cuatro años, cuya custodia provisional le fue otorgada tras la detención de los padres.
La denuncia presentada por las abuelas del niño el pasado febrero desató una búsqueda desesperada que pareció llegar a su triste conclusión cuando Jorge Lucero, el padre de Benjamín, detenido por otra causa de violencia de género, señaló el lugar donde supuestamente yacían los restos de su hijo.
Aunque aún falta la confirmación oficial para identificar a la víctima, en el sitio indicado por el acusado se encontró una bolsa plástica con restos humanos que podrían corresponder a Benjamín por sus características. Un detalle adicional que refuerza esta posibilidad es que los restos estaban envueltos en una sábana infantil reconocida por los hermanos del pequeño.
